sábado, 24 de julio de 2010

6. La amiga de la morena me caía bien.


Corrí hasta llegar a casa. La emergencia no era la fiesta, sino la cerveza haciendo sufrir sutilmente a mi vejiga. Cada que veía a alguien regando el pasto, la popular fuente del niño orinando, o un anuncio de Interceramic, me reprochaba por no haber entrado al baño. Recordé un viejo dicho que decía “quien vaya al DF y no orine en un Sanborns, no fue al DF”.

Maldije al cinturón, maldije al primer, al segundo y al tercer botón, luego, bueno…

Me probé la camisa de rayas, la de rayitas y la de rayotas. Intenté con la de cuadros y luego con la azul chiclamino que me regaló mi tía un mes después de mi cumpleaños. Al final, recordé que la fiesta era en casa de la Jenny, y elegí una camisa negra.

Al llegar a la casa, toqué la puerta y La Jenny abrió, vestida como Lady Gaga. Hurgué mentalemente y no encontré la palabra disfraces en el mensaje de texto. Todo tuvo sentido al ver a su novio, a quien describiría como el hijo que Hugh Hefner, tendría con Amy Winehouse, no sé por qué, pero eso vino a mi mente.

Como no sentí ganas de sonreir, les pelé los dientes y entré. Imaginé que sería el tipo de fiesta en la que en algún punto, vería a Marylin Manson, cargando a la gallina de los huevos de oro. Analicé la zona y afortunadamente, el resto de la población lucía, hasta donde la palabra lo permite, “normal”.

Me preparé mentalmente para la primera fase de la fiesta, la de reconocimiento. Avancé un poco, sonriendo y haciendo la cara de pendejos que hacemos cuando no conocemos a nadie y que pensamos que nos vuelve amigables. Luego me encontré a mi amigo Ramiro, quien siempre había dicho que su nombre era muy original, hasta que supo que uno de los hueyes de Bronco se llamaba así y empezó a decir que era de naco. Ramiro me caía bien.

Fuimos a la cocina a servirnos una cuba. Al llegar ví que El Brayan, hermano de La Jenny, estaba ahí. Sus jeans baggy, sus flip flops Quick Silver, su playera Ed Hardy que parecía ser de su hermanito y su gorra Von Dutch sobre su cabello inmerso en una espesa capa de gel me irritaban. El Brayan me caía mal.

Luego pensé que era su casa y le sonreí levantando la mano. Él me hizo una especie de saludo militar que lo hizo lucir aún más estúpido. Escuché lo que estaba platicando con dos hueyes y casi me dio una embolia cuando lo oí decirles “yo lo que quiero, es la Aifon” juro que así dijo “La Aifon”.

Ramiro notó mi cara de estreñido y se apuró con el proceso hielo, ron, soda, coca. Luego con toda la clase del mundo, agarró un puño de cacahuates y salió de la cocina. Yo agarré un Sabritón y lo seguí.

Cuando llegamos a la sala, ví a la novia de Ramiro, Cristal. Ella decía que su nombre también era muy original, pero Ramiro y yo decíamos que era de teibolera. Ella se levantó y me saludó, según yo, ya medio entrada en copas. Cristal me caía bien.

Junto a ella, estaba un tipo, pegándole a la mesita como si fuera un bongo. Junto a él, había un Red Bull, pensé que sería su sexto. Luego estaban dos chicas, una guapa y otra no tanto, Cristal me presentó, “Triny, Aby, él es mi amigo Crisantemo” y añadió “es soltero”. A mí me dio mucho gusto escuchar su estúpido comentario. Luego el tipo que le pegaba a la mesa me distrajo cuando dijo “ah, qué chido nombre”, luego me preguntó medio temblando “¿no quieres un Res Bull?” así dijo “Res Bull”, le dije que no y volví mi atención hacia Triny. O Aby, realmente no supe quién era quién, a mí me había gustado la morena.

Me senté entre ella y el tipo ese que se veía que estaba como a 10 minutos de sufrir un ataque de ansiedad. Él empezó a mover la pierna como si estuviera operando una de esas máquinas de coser que se tiene que pedalear. Cinco minutos después, me cambié de lugar.

Tres horas más tarde, me descubrí platicando con la morena deshinibidamente. Tal vez demasiado cerca, porque ya se hacía evidente que antes de venir a la fiesta, se había comido unos tacos al pastor y al menos, media orden de cebollitas. Fue entonces cuando supe que ya estaba en la segunda fase de la fiesta. Esta fase me gustaba, casi siempre.

Platicamos sobre el derrame de petróleo en el Golfo; luego sobre una película que estaba en el cine; hablamos sobre música y me dijo que se dedicaba a... la verdad no me acordaba bien, pero era algo en una oficina.

Cuando estabamos empezando a platicar sobre algo de Avon o Tupperware, no recuerdo, la amiga de la morena se acercó con unos caballitos llenos de un tequila que olía como acetona. Brindamos y nos los tomamos. Entonces me dijo que me parecía a un amigo suyo que se llamaba, Jorge o Javier o algo así.

Luego noté que platicábamos sobre política y religión y descubrí que la fase tres estaba empezando. La amiga dijo una broma que mi hizo reír muchísimo. Sólo me acuerdo que las palabras “Peje”, “pendejo” y “anfetamina” estaban en repetidas ocasiones. La amiga de la morena me caía bien.

Luego, nos tomamos otro caballito de acetona reposado. De pronto desperté en una cama que jamás había visto en mi vida, con un dolor de cabeza igual de desconocido. Fui al baño y me lavé la cara, bueno, me eché agua. Me enjuagué la boca y noté que tenía la lengua azul. Traía una playera blanca con algo escrito, decía “Para mi amigo Crisantemo. Eres un Tesoro. L.L.” Busqué en mi bolsillo y encontré un billete que decía “Banco Central de la República Argentina”, era de 10.

Revisé mi cartera y me alivié al ver que mis dos tarjetas estaban ahí, sin ningún voucher de “EL CHANGUITO PIDIENDO PAN Men’s Club” o algo así. Luego me aterrorizó una imagen, traía un anillo puesto. Decidí que era tiempo de pedir respuestas y aspirinas. Salí del baño para preguntarle a la morena que había pasado, pero al levantar la cobija, era la güera quien estaba dormida. Descubrí que la fase tres había sido brutal y atacado súbitamente, me senté en la orilla de la cama y maldije poquito.

Moví la cama para despertarla y cuando lo logré me dijo “Buenos días Cuchimino”, así dijo. El dolor de cabeza se hizo más agudo y sólo pude pensar en un Res Bull.

viernes, 9 de julio de 2010

5. El freak, el geek, la doña, la guapa y yo.

Conforme avanzaba hacia las revistas, la horrible melodía de Maná se iba desvaneciendo, pero la enorme gama de aromas que generaba el área de perfumería, volvía el lugar igual de desagradable. “Yves Saint Laurent Pour Homme?” me preguntó uno de los empleados, en un francés tan mediocre que lo hizo sonar como alemán. “No gracias” le contesté. Entonces él, con su impecable calidad de servicio me dijo “es gratis”. Eso me dio mucha alegría, porque yo pensaba que tendría que pagar unos cuantos pesos por dejarlo rociarme con su melosa escencia. Le dije “ya sé”, y seguí mi camino.
Al llegar a mi área destino, escaneé las diversas opciones y por alguna razón, las revistas de cocina fueron las que llamaron mi atención. Tal vez tenía hambre y tuve la torpe idea de que ver fotos de comida calmarían mi apetito. Tomé una llamada “Cocinero feliz”, no porque sintiera que era la más varonil, sino porque leí en la portada, “Haga sus propios gnocci”, yo siempre había querido aprender a hacerlos, así que encontre el artículo invitador.
Abrí la revista y encontré unas 20 páginas de publicidad en las que pastillas para adelgazar y Slim Center me parecieron una burla en una revista de cocina. Finalmente llegé al índice y encontré el artículo deseado. Mientras buscaba la página, levanté la vista un par de veces y me encontré con una segregación tan marcada, que tuve que analizar a fondo.
Primero, estaba un tipo medio gordo leyendo Maxim o una de esas revistas que gritan “SEXO” en la portada. Lucía nervioso, como adolescente viendo su primera revista porno, incluso sudaba un poco y volteaba a ver hacia todos lados como si su mamá anduviera cerca. Luego regresaba a la revista y como que pelaba los dientes cada que cambiaba de página. La escena era tan incómoda como perturbadora.
Luego estaba un ñoño tan flaco y alto, que se movía como nardo con el viento. Él estaba viendo una revista de tecnología que no alcancé a ver el nombre, pero seguro era algo como “Modern geek”. Este tipo estaba haciendo exactamente lo mismo que el gordo pervertido, pero en lugar de la combinación pierna-pompa-chichi, lo hacía con gadget-compu-Xbox.
Junto al geek había una doña, leyendo algo en “Vanidades” que seguramente encajaba perfectamente con su realidad porque cada 2 segundos, asentía y sonreía, dejando ver una gran mancha de lapiz labial barato en sus dientes.
Al final estaba una chica muy guapa pero igual o más flaca que el geek. Estaba tan flaca, que estuve tentado a darle mi revista para ver si le daba hambre. Ella leía “Cosmopolitan” era una “chica Cosmo”. Medio me asomé para ver lo que leía y supuse que era un test porque había varias preguntas con opción múltiple y como que tomaba notas en un teléfono tan grande, que apenas le cabía en la mano. Siempre había creído que esos tests eran tan ridículos como los horóscopos pero luego recordé que tal vez pensaba eso ya que los Leo, solemos ser arrogantes.
Así que ahí estábamos, el freak, el geek, la doña, la guapa y yo, tomando cultura por la que elegimos no pagar. Se me anojaba una escena fascinante. Miré alrededor como el freak, me emocioné al encontrar la receta como el geek al ver el nuevo iPhone, asentí sonriendo como la doña y me preparé para tomar nota como la guapa, pero en lugar de usar mi teléfono, saqué un papelito y una pluma.
Escribí “Gnocci” y una sombra cubrió mi papelito avisándome que alguien estaba frente a mí. Al levantar la vista, me topé con un policía. Su uniforme lucía impecable pero evidentemente ajustado. Lo miré de frente y sonreí, él, más serio que el cáncer me miró y luego volteó a ver la revista, el papelito y la pluma. Me dijo “es mi deber hacerlo sabedor que está prohibido tomar nota de las revistas”. Me encantó el swing que le daba la palabra "sabedor" a su observación.
Le mostré la más hipócrita de mis sonrisas, cerré la revista y fui hacia donde había un hombrecillo con un saco que fluctuaba entre el del Tío Gamboín y los hueyes esos que vendían afores en Santander. Miré hacia atrás y el guardia me seguía con la vista así que tuve que abordar al hombre-afore.
Le pregunté si tenía el nuevo número de Kalimán, él lo pensó un momento y luego me dijo, “no, pero tenemos la nueva Rolin Estón” así dijo “Rolin Estón”. A mí me sorprendió tanto su respuesta, que tuve que analizar un momento si había alguna relación entre mi pregunta y lo que me contestó o si simplemente era una respuesta estúpida. Cinco seguntos más tarde concluí, era estúpida.<
Le dí las gracias y me fui hacia el otro lado de la tienda. El guardia ahora coqueteaba con la guapa, ella sólo miraba los botones del uniforme como temiendo que en cualquier momento, uno la golpearía.
Me metí como E.T. entre los peluches y continué anotando la receta. Alguien se aclaró la garganta, haciéndome voltear para encontrarme de nuevo al guardia quien ahora tenía la mano extendida, invitándome a entregarle la revista. Le pregunté “quién es usted, el guardián de las revistas?”, y él me mostró orgulloso su placa que decía “Guardián. Libros y revistas”. Le entregué la revista y rumbo a la salida recibí un mensaje de texto que decía “fiesta en casa de La Jenny” así lo escribieron, “La Jenny”. Unas cubitas me parecieron buena idea, revisé la hora y pensé que era tiempo de ir a casa a cambiarme para el chancloteo.