miércoles, 30 de mayo de 2012
14. PRACTER & RAMBLE. VOL. 1
Miré la hora y concluí que tenía cerca de 45 segundos para decidir qué hacer y 4.7 minutos para llevar a cabo mi plan, cualquiera que fuera. Me podía enfrentar al latente peligro que simbolizaban Samantha y su maestría en artes marciales o llegar tarde a mi entrevista. En cuanto la segunda opción cruzó por mi cabeza, supe que necesitaba ser puntual si quería que me contrataran. Consideré tomar un taxi, pero era hora pico y resultaba incierto saber qué tan rápido encontraría uno. Samantha en su PejeMóvil eran la única opción de transporte.
Decidí darle la vuelta al edificio de enfrente y entrar por el otro lado del auto para al menos, intentar evadir a la güera. Corrí como si Fehr de Maná me estuviera persiguiendo para darme un beso. Al llegar al otro lado, descubrí que mi condición física estaba en un estado deplorable y que la güera ya no estaba ahí. Miré hacia el otro lado y la vi caminando hacia la entrada de mi edificio, lo cual me pareció muy raro, pero supuse que alguien de los que estaban en la fiesta le había dado mi dirección. Decidí que en la tarde investigaría quién había sido, para mentarle la madre.
Abrí la puerta de la camioneta y Tacho cayó al suelo. El huey se estaba quedando dormido recargado sobre la puerta suponiendo que yo entraría de mi lado. Se levantó dejando una marabunta de servilletas manchadas de rojo chipotle y sobándose la cabeza. Fingí que me sentía fatal por haberlo hecho caer, y le prometí que le compraría un kilo de pistaches como disculpa. Tacho sonrió y desgraciadamente volvimos a ser amigos. Se subió al auto y lo seguí para encontrar a Samantha y Tacha riendo sin parar por el incidente. Cuando lograron contener la risa, Samantha me pidió direcciones y le pedí que diera la vuelta en la primera calle y luego fuera todo derecho.
Luego de los 20 minutos del silencio más incómodo en el que había estado en mi vida, Tacha me preguntó “y de dónde conoces a Trinidad?” puse la cara que hago cuando me preguntan algo sobre matemáticas y le pregunté “a ¿quién?”, “a Trinidad, Triny”. Me dio gusto finalmente saber que era Triny y miedo suponer que mi pasado estaba expuesto. No sabía hasta donde sabían la verdad, ni qué tanto podría extender una mentira, así que le dije que la había conocido por el amigo de unos amigos. Tacha sólo dijo “ahhh” y volvió la vista hacia el frente. Yo no estaba dispuesto a aceptar que eso había sido todo, así que mi estúpida curiosidad y yo decidimos indagar un poco y preguntarle, ella de dónde la conocía. Sentí escalofríos, piel de gallina, vello erizado y una gota de sudor frío corriendo por mi espalda cuando me dijo “es la esposa de mi otro hermano”, todo al mismo tiempo. No supe en qué momento me había vuelto el blanco de las bromas de la vida, pero era claro que quien fuera que estuviera escribiendo mi historia, se estaba divirtiendo. No supe qué era más pequeño, si el mundo o mi suerte. Maldije mentalmente 17 veces y le dije “ahhhh”.
Finalmente llegamos cerca del lugar y le pedí a Samantha que me dejara ahí. Al bajar del auto me dio un papelito que me hizo sentir que había vuelto a la secundaria. Tacho y Tacha me miraron sonriendo y les sonreí de vuelta. Luego de dos pasos Tacha me llamó y regresé al auto. Me dijo que el próximo fin de semana iba a haber una reunión en casa de su hermano a quien se refirió como “El Terminator”. “Me encantaría ir” mentí, y Samantha empeoró la situación al decirme que podíamos ir juntos. Le dije un nervioso “claro” y me disculpé pues tenía que ir a mi entrevista y luego a saltar de un puente, lo último sólo lo pensé, muy seriamente.
Durante los 3.7 minutos que me tomó caminar hasta el sitio de la entrevista, analicé mi situación y pude ver un desagradable futuro. Abrí el papelito que Samantha me dio y leí “Más te vale que me llames” y su teléfono. Supuse que eso no era tan grave, pues por encima de todo, sentía una gran atracción física hacia ella y lo que ocurrió la noche anterior había sido antes de conocerla. El mayor problema se había surgido el día en que la vida había puesto un lazo entre Triny, Tacha y Samantha. Ésta era una prueba más de que mi suerte era menos que nula y que tal vez era hora de perder toda esperanza de que algún día eso cambiaría. Pero además de mala fortuna y desagradables coincidencias, la gravedad real de la situación era que la pinche Triny compartió muchas cosas conmigo, excepto su estado civil. Ese era un serio problema, que debía resolver antes de volver a ver a Samantha y lo peor de todo era que para evitar generar sospechas, las probabilidades de que tuviera que ir a la comida del Terminator eran muchas. Y por qué tenía que ser un huey al que le decían así, si fuera un Gasparín o Mimoso, no habría tanto problema, pero Terminator era sinónimo de aniquilación. Me pude ver llegando a la fiesta, conociéndolo y diciéndole, “mucho gusto Sr. Terminator, su casa está muy linda y su esposa da los mejores besos”, luego sólo dolor, sangre y posible parálisis, de la cintura para abajo en el mejor de los casos.
Debía haber una forma de salir de ese problema, además de mudarme a Mozambique y estaba dispuesto a hallarla. Decidí concentrarme en el futuro cercano y me apresuré para llegar a tiempo a mi cita. Busqué el número 1122 suponiendo que estaría entre el 1120 y el 1124, pero para mi sorpresa, encontré que el 1122 era una casa de cambio. Miré alrededor, pero todo lo que había eran fondas, papelerías y demás comercios baratos. Entré a la casa de cambio y le pregunté a un hombre que estaba detrás de un cristal tan grueso que lo hacía verse distorsionado. Me pidió el papel donde tenía anotada la dirección. Lo leyó, se empezó a reír y me dijo “ya sé lo que pasó, usted quiere ir al 112-2, Practer & Ramble” así dijo “Practer & Ramble” y luego me dijo que pasaba todo el tiempo y me sugirió tomar el metro. Le di las gracias por su sugerencia y por reírse de mí y corrí hacia el metro. Al entrar descubrí que la fila para los boletos era más larga que la cuaresma y hurgué en mi cartera para encontrar un boleto tan viejo y desgastado, que necesitó 7 intentos y varias quejas de los que estaban atrás de mí, antes de que el policía que estaba haciendo menos que nada, me dejara entrar por el acceso lateral.
Dos estaciones y 178 escalones más tarde, salí a la calle y corrí hacia el 112-2. Al encontrar el número me topé con un edificio que prometía menos que una película en el Canal de las Estrellas pero opté por no hacer prejuicios. Me arreglé un poco el cabello en el espejo exterior y caminé hacia una puerta giratoria que tenía un letrero que decía “Haga giración para entrar”, así decía “giración”. Agradecí que alguien con el coeficiente intelectual de una engrapadora hubiera puesto instrucciones e hice giración para entrar. El lobby del edificio estaba plagado de posters con fotos de productos varios. Fuera de eso, sólo había un escritorio y un huey vestido de policía. Le pregunté si estaba en el lugar correcto y si tenía que registrarme y me dijo que sólo si venía a ver al Sr. Lasaña. Supuse que quiso decir LaSalvia o La Salle. También me dio hambre. Al saber que venía a una entrevista me pidió que subiera al piso después del doce. Camino al elevador, traté de entender por qué me había dicho así y sólo pude pensar en superstición. Al menos sabía a donde debía enviarme lo que me hizo suponer que me estaban esperando.
Al llegar al piso después del doce, supe que…
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