viernes, 18 de junio de 2010

4. Karaoke Fun Plus 5000K HD


Luego de caminar tres calles y no encontrar el Sanborns, decidí preguntar. Por un momento pensé que no había ninguno cerca porque todos reaccionaban como si les estuviera preguntando dónde estaba el “glköjflñsjñ”. Finalmente un hombre a quien le iba a comprar un vaso con fruta hasta que me dijo el precio, me indicó que era hacia el otro lado.
Miré la hora. El segundo tiempo había empezado, así que apresuré el paso y sólo me detuve un instante en el Taiger Bar ese a decirle al cadenero lo que pensaba de él y sus indicaciones. Caminé dos calles, nada. Pregunté y me dijeron, “está a dos calles”, caminé dos calles más y repetí la operación. Era como estar viviendo un déjà vu sin fin.
Cuando logré encontrar el lugar, me dio risa ver que las dos últimas letras del letrero se habían caído, por lo que el cadenero había dicho el nombre correctamente. Entré de prisa y mientras buscaba el área de electrónicos, ví la zona de revistas y pensé que al terminar el partido, hojearía un par de ellas.
Llegar a electrónicos y ver todas las opciones de pantallas que había a mi disposición fue el paraíso, ver que iban en el minuto 33, el infierno. Estuve tentado a maldecir, pero elegí disfrutar de los últimos minutos. Seguían cero a cero.
Por ahí del minuto 38, mi nariz distrajo mi mente del partido. Algo olía muy, muy mal. Miré alrededor con mi cara de “algo huele muy, muy mal” y me encontré a mi izquierda a una señora con un vaso de unicel, del que asomaban, como saludando, un par de manitas de pollo. Volví mi vista hacia el partido, pero las estúpidas manitas de pollo, en toda su amarillez, volvían imposible el hecho de no voltear a verlas. Su presencia me generaba asco y fascinación, en igual proporción.
De pronto, el equipo de todos metió un gol, no lo ví, pero lo supe porque la doña gritó y brincó de tal forma, que una de las manitas quedó sobre uno de mis Converse que acaba casi de comprar. No supe si eso, o no ver el gol, me dio más coraje.
Noté que como que de la emoción, la señora me quería abrazar y me hice pendejo, como que estaba viendo un disco. Ella debió pensar una de dos, o bien que yo era muy raro, o que era claro que me estaba haciendo pendejo porque el disco era de Tatiana.
Regresé el disco a su lugar y miré de nuevo el reloj, quedaban 5 minutos. Sutílmente, me moví un par de pasos a la derecha y me crucé de brazos, para que la doña viera que era en serio. Al minuto 42, un ruido muy fuerte nos hizo brincar y luego voltear a la doña y a mí como si fuera una coreografía del programa de corte juvenil “A todo dar”. Era un empleado, que había elegido el peor de los momentos para hacer una demostración del nuevo "Karaoke Fun Plus 5000K HD", así decía la caja.<
El hombre empezó a cantar una de José José de manera desastroza. Era casi tan desagradable como estar escuchando a Bon Jovi cantar “Bed of roses” en español, que por cierto, siempre pensé que se escuchaba como “Canoa de Rusas”.
Miré el cronómetro que marcaba el minuto 43, miré al hombre cantor. Miré de nuevo al partido y elegí quedarme hasta el final. La pizarra marcaba que agregarían un par de minutos más, pero el Hombre-Karaoke empezó con su actitud de empleado del grupo Anderson’s, queriendo jalar a la gente al ambiente y me preguntó mi nombre. Luego de la reacción del cantinero, yo no pensaba decirle que me llamaba Crisantemo, así que pensé en algo que me hizo sonreir, “Margarito” le dije. Como que le dio pena ajena y mejor empezó a cantar una de Maná, cosa que incivilizadamente, me hizo partir rumbo a las revistas.

viernes, 11 de junio de 2010

3. Taiger Sports Bar


Miré mi reloj, quien me dijo que la posibilidad de que llegara tarde a mi entrevista, era latente. Corrí a la salida pero al llegar, me encontré con una fila. Tomé la estúpida decisión de formarme sin saber de qué se trataba. Al avanzar un poco, ví que había un policía, tal vez el más imbécil que he visto en mi vida, revisando a la gente con su detector de metales. Imagino que pensaba que era de vital importancia asegurarse de que nadie sacara armas del metro.
Luego de mi revisión, salí y al hacerlo, escuché un mensaje de texto llegando a mi celular. Lo leí y básicamente decía que mi entrevista se había pasado al lunes. Maldije primero, pero luego recordé que el partido que tanto había esperado estaba por comenzar y ahora tenía la oportunidad de verlo. 
Miré hacia todos lados como turista extraviado, hasta que al fondo, logré ver un letrero que decía “Taiger Sports Bar”. <
Al llegar a la entrada, un hombre como de 2 metros me detuvo y me dijo que había un cover de 50 pesos. Le pregunté que si estaban pasando el partido y me miró como si le hubiera preguntado si vendían cerveza. Me dijo que sí, pagué mis 50 pesos y entré. 
El lugar era pequeño y sombrío. Lo analicé y descubrí que de Sports Bar, solo tenía una playera de Jorge Campos en un cuadro que todavía decía “SportTortas”, un par de raquetas de madera colgadas y personal que usaba calzado deportivo. 
Me senté en la barra y me encontré con la televisión más pequeña del mundo pero pensé que era demasiado tarde para buscar otro lugar. El cantinero se acercó y me dijo “ya están en el Hino”, así dijo “Hino” y luego me preguntó si quería una cubeta o una caguama. Aún no sé por qué, pero de alguna forma me pareció que la Caguama tenía un poco más de clase. También pedí un vaso para conservar un dieciséisavo de mi dignidad.
Luego de un vaso de cerveza y 5 minutos de partido, descubrí que era como estar viendo el partido en medio de los mejores técnicos del mundo, quienes tristemente, tenían menos optimismo que un vendedor de abrigos en la playa.
Todos gritaban indicaciones “Fíltrala, fíltrala!”, otro que chiflaba cada vez que pronunciaba una “eSe”, decía “necesitan poner un 4-3-3 con 2 un punta y 2 un poco retrasados para apoyar la contensión”; uno más, sin importar quién la tuviera o dónde, gritaba “Tira! Tira!”; pero el mejor de todos, era un teporochito que estaba en un rincón y quien seguramente el ultimo partido que había visto fue uno de la Era de Mejía Barón porque gritaba “Metan a Hugo, metan a Hugo!”. 
En el minuto 40, el ambiente ya era insoportable. Me serví el ultimo trago de mi cerveza y el cantinero me preguntó “otra?”, yo le pedí un minuto para pensarlo. De pronto, un hombre llegó a la barra y se sentó tan cerca de mí, que sólo nos faltaba compartir la camisa para ser siameses. Esto fue el indicador de que era tiempo de partir.
Al darle mi tarjeta de crédito al cantinero, la analizó minuciosamente, sonrió y volteó a verme “le cae que se llama Crisantemo joven?” preguntó. Todos olvidaron el partido y voltearon a verme. Yo lo odié un poco, sólo un poco, le sonreí asintiendo y todo quedó ahí.
Al salir, le pregunté al hombre de la entrada si había otro lugar cerca para ver el partido porque la tele estaba muy chiquita. Él sabía que era verdad y en un gesto de camaradería, me dijo “sí joven, hay un Sanbor a dos calles y ahí seguro lo están pasando” así dijo, “Sanbor”. Yo no entendí al principio pero luego de un momento pensé que se refería a un Sanborns. Le agradecí e inicié mi camino. 

jueves, 3 de junio de 2010

2. Congeladas motorizadas.


Al cerrarse las puertas, miré alrededor apenado por lo sucedido y encontré a la señora frente a mí pesignándose. Le mostré mi sonrisa de “lo siento Doña”. Ella sonrió de vuelta y me dijo “Yo estoy de acuerdo con usté joven Margarito”, la corregí, “Crisantemo”, y ella sólo dijo “eso”.
Continué leyendo al legendario Kalimán y una de sus líneas me hizo reir y me devolvió el buen humor. Disfruté el último bocado de mi Bonáis, enrollé la envoltura y la metí en mi bolsillo para tirarla en la basura más tarde. La Doña se dio cuenta de esto y su curiosidad la hizo preguntarme “a poco las coletsiona joven?”, yo la miré sin dar crédito a su pregunta, con la misma expresión de cuando Doña Lencha intentó convencerme de que el Peje no es un pendejo. 
Titubié por un momento y entonces pensé en algo. Le dije que acababa de empezar una promoción en la que si registras el código de la envoltura, te puedes ganar un carro con forma de congelada, “ya sabe, como el de Oscar Mayer que era un jochote, pero de congelada”, le dije. 
Ella me miraba muy atenta y yo seguí explicándole que mi amiga Lola me dijo que en Australia, hacen carreras de congeladas motorizadas y que corren rapidísimo pero como son larguitas, se tienen que abrir mucho para dar las vueltas. Para entonces, ella me miraba con cara de muñeca inflable y dos gueyes que iban parados me miraban incrédulos, como si estuviera intentando convencer a la Doña de que no era cierto que Ricky Martin es gay. 
La Doña finalmente reaccionó y le dijo a su hija “ándale mija, recoge la envoltura de la Bonáis” así dijo “la Bonáis” y la niña rápidamente brincó y se metió bajo el siento estirándose a su máxima capacidad, incluso despertando a un hombre que iba dormido y que pataleó asustado como si estuvieran a punto de violarlo. La niña finalemte emergió de bajo el asiento, levantando la envoltura en todo lo alto, como su gran trofeo.
La Doña le arrebató la envoltura y celosamente la metió en su bolso. Los dos tipos cuchicheaban entre ellos y me miraban.Al llegar a la estación, la Doña tomo sus cosas y a su hija y me sonrió. Salieron del vagón y antes de que se cerraran las puertas, miré que le señaló algo en la orilla y la niña se agachó para recoger una envoltura de Bonáis que yacía en el piso. La Doña y su sueño de ser poseedora de una congelada motorizada me conmovieron. Me sentí mal por un instante, sólo un pequeño instante.
Al cerrarse las puertas, devolví mi atención al vagón y note que los gueyes esos habían tomado los lugares de la Doña y la niña y que ambos me miraban de forma reprobatoria. Sabía que tendría que soportar su mirada incisiva hasta la siguiente estación donde yo bajaba. Yo tenía muchas ganas de citar al Papá Pirata y decirles “les vale verg@ pendejos” pero opté por la paz y regresé a mi Kalimán.