
Al cerrarse las puertas, miré alrededor apenado por lo sucedido y encontré a la señora frente a mí pesignándose. Le mostré mi sonrisa de “lo siento Doña”. Ella sonrió de vuelta y me dijo “Yo estoy de acuerdo con usté joven Margarito”, la corregí, “Crisantemo”, y ella sólo dijo “eso”.
Continué leyendo al legendario Kalimán y una de sus líneas me hizo reir y me devolvió el buen humor. Disfruté el último bocado de mi Bonáis, enrollé la envoltura y la metí en mi bolsillo para tirarla en la basura más tarde. La Doña se dio cuenta de esto y su curiosidad la hizo preguntarme “a poco las coletsiona joven?”, yo la miré sin dar crédito a su pregunta, con la misma expresión de cuando Doña Lencha intentó convencerme de que el Peje no es un pendejo.
Titubié por un momento y entonces pensé en algo. Le dije que acababa de empezar una promoción en la que si registras el código de la envoltura, te puedes ganar un carro con forma de congelada, “ya sabe, como el de Oscar Mayer que era un jochote, pero de congelada”, le dije.
Ella me miraba muy atenta y yo seguí explicándole que mi amiga Lola me dijo que en Australia, hacen carreras de congeladas motorizadas y que corren rapidísimo pero como son larguitas, se tienen que abrir mucho para dar las vueltas. Para entonces, ella me miraba con cara de muñeca inflable y dos gueyes que iban parados me miraban incrédulos, como si estuviera intentando convencer a la Doña de que no era cierto que Ricky Martin es gay.
La Doña finalmente reaccionó y le dijo a su hija “ándale mija, recoge la envoltura de la Bonáis” así dijo “la Bonáis” y la niña rápidamente brincó y se metió bajo el siento estirándose a su máxima capacidad, incluso despertando a un hombre que iba dormido y que pataleó asustado como si estuvieran a punto de violarlo. La niña finalemte emergió de bajo el asiento, levantando la envoltura en todo lo alto, como su gran trofeo.
La Doña le arrebató la envoltura y celosamente la metió en su bolso. Los dos tipos cuchicheaban entre ellos y me miraban.Al llegar a la estación, la Doña tomo sus cosas y a su hija y me sonrió. Salieron del vagón y antes de que se cerraran las puertas, miré que le señaló algo en la orilla y la niña se agachó para recoger una envoltura de Bonáis que yacía en el piso. La Doña y su sueño de ser poseedora de una congelada motorizada me conmovieron. Me sentí mal por un instante, sólo un pequeño instante.
Al cerrarse las puertas, devolví mi atención al vagón y note que los gueyes esos habían tomado los lugares de la Doña y la niña y que ambos me miraban de forma reprobatoria. Sabía que tendría que soportar su mirada incisiva hasta la siguiente estación donde yo bajaba. Yo tenía muchas ganas de citar al Papá Pirata y decirles “les vale verg@ pendejos” pero opté por la paz y regresé a mi Kalimán.
Muy bonita manera de relatar ahh!! la vida diaria, con ese toque de comicidad y, y... muy bueno Chany!!! saludos!
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