sábado, 28 de agosto de 2010

7. Pepto Bismol shots.


Le sonreí a Triny… o Aby, todavía no sabía quién era quién. Busqué en el cuarto algo que me dijera el nombre, pero no había ni siquiera un diploma del Instituto Fleming que aclarara su identidad. Esto estaba mal, muy mal, pero yo sólo quería una aspirina, tal vez dos.

Me dijo que la medicina estaba detrás del espejo del baño y mi vergüenza y yo salimos del cuarto.

Abrí el gabinete y me topé con lo que parecía un anaquel de farmacias similares. Sólo le faltaba un muñequito del Doctor Simi para estar completo. Pinche Doctor Simi. Luego de leer varias cajas que parecían estar en un alemán ortodoxo, ví una que decía “Ácico acetilsalicílico” y escrito con pluma “Asprinas” así decía “Asprinas”, cómo era lo más cercano a lo que buscaba, tomé un par y regresé la cajita a su lugar.

Al cerrar la gaveta, ví a un huey reflejado en el espejo, yo brinqué por el impacto y tomé un par de segundos para analizar la situación y deduje que nunca antes me había asustado tanto. El muy imbécil estaba sonriendo, como si estuviera orgulloso de su pendejada. “Hola, soy Jeremy” me dijo. Yo no le compré ese nombre y supuse que sería Jeremías y era uno de esos hueyes que creen que sus nombres suenan menos ordinarios cambiándolos de idioma, como Ralph o Claude o Giancarlo. Pinches hueyes.

Elegí unirme al clan y le dije, “hola, soy Chris” y él me preguntó “Chris? o Crisantemo?”, el huey sabía la verdad y tenía que restregármela en la cara. Luego se disculpó por asustarme y le dije que no había problema. Puse las aspirinas en mi boca y me agaché para tomar un poco de agua. Al levantarme, Jeramías ya no estaba ahí. Primero pensé que sus movimientos eran ágiles y silenciosos como los de un ninja o uno de esos agentes del FBI, la KGB o la AFI, bueno, tal vez no la AFI. Luego escuché un periódico cambiando de hoja y lentamente volteé pare encontrarlo sentado, haciendo del baño! "perdón, ya no aguantaba" me dijo el huey, como si eso fuera socialmente suficiente para que yo no le diera importancia. Salí del baño con la agilidad de un agente de la AFI, debido a la resaca, mientras pensaba, “pinche Jeremías”.

Regresé al cuarto y la güera no estaba ahí. La cama estaba mediocremente tendida y mi camisa y pantalón descansaban doblados sobre ella como diciendo, es hora de ir a casa.

Me puse la camisa y el pantalón, y luego de no encontrar uno de mis calcetines, mis Chucks. Cuando estaba amarrando el segundo, la güera entró y al ver que me faltaba un calcetín me dijo “estuvo de fábula el reven”, así dijo “de fábula”, yo seguramente puse mi cara de “no tengo ni idea de qué pasó” pero intenté hacerme pendejo y le dije “sí, estuvo bueno” y luego me entregué al preguntarle “no viste mi otro calcetín?” La güera instantáneamente supo que yo sabía menos de la noche anterior que el Peje de política, e inició su relato.

Me dijo que el calcetín lo había perdido en una apuesta que hice con El Brayan, de ver quién se tomaba más shots de Pepto Bismol, lo cual explicaba la lengua azul-morada. Yo no supe qué era más perturbador, si haber apostado un calcetín? o la Pepto-apuesta en sí. De cualquier forma, El Brayan había Ganado con 8. Pinche Brayan.

Luego me dijo que la playera de mamado era de La Jenny y que me la había prestado para que se viera la axila que me había rasurado. Le pedí que interrumpiera el relato por un momento y me pregunté “¿la axila que me había rasurado?” Me quite la camisa, levanté los brazos, me miré en el espejo y sí, efectivamente mi axila izquierda lucía como el Maestro Limpio. No es que fuera yo un tapete andante, pero parte de la escasa evidencia de mi pubertad, se había ido.

La apuesta había sido un doble o nada contra El Brayan, lo cual significaba más Pepto. Un escalofrío recorrió mi cuerpo y un un retortijón dejó claro que mi estomágo no estaba contento conmigo.

Al ver la firma en la camiseta, la güera me dijo que Laura León había estado en la fiesta porque es madrina de bautizo de La Jenny. Al parecer, La Tesorito y yo la pegamos durísimo y nos hicimos casi hermanos. Así que firmó mi playera y me regaló un anillo como símbolo de una amistad que no tendría fin. Yo estaba seguro que no volvería a verla jamás.

Finalmente me dijo que yo le había dado a La Tesorito un billete de 50 dólares diciéndole, “tenga Laurita, cómprese algo bonito.” Los 50 morlacos y los 10 varitos argentinos, se los había ganado a un huey que le decían “El Che” a petición propia. Ese personaje se sentía argentino luego de pasar un verano en Bariloche. Pinche Che. La apuesta había sido ver quién tomaba más tequila y yo había ganado. Aparentemente gracias a que el Pepto, había generado una capa protectora en mi estómago.

No supe por qué terminé con la güera, en lugar de la morena pero supuse que sería poco gentil preguntar, además, la güera me caía bien. Al menos hasta que me dijo “ me la pasé padrísimo, me caes re bien por pendejo” así me dijo la huey. Sólo le sonreí hipócritamente y recordé que era sábado de mercado y que quedaba poco tiempo para lograr comprar una sopita.

Me despedí y ella como que me quizo arreglar el cabello pero terminó dándome un zape. Los dos nos reímos, y salí mientras pensaba, “pinche Aby… o Triny.”

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